¿Qué te condena? ¿Qué te absuelve? ¿Qué
te eleva a Dios y que te rebaja al Diablo? ¿Grandes actos o pequeñas cosas del día
a día? Para su mayoría el día es muy pequeño para hacerse caridad.
Yo misma, cuantas y cuantas veces
con rabia de la vida o triste por algún motivo, o creándome agraviada, miraba a
las muchachas en las aceras con desdén y nunca les di una plata siquiera.
Cierto domingo al pasar por un supermercado,
vi una muchacha que al máximo tenía sus 15 años y sostenía un recién-nacido en
regazo y dos sentados en el piso. Ella agarró el niño y le levantó hasta mí. Le
miré con tanta rabia y tanto despecho como si le dijera: “Tu solo sabes hacer
eso”. No satisfecha, le dije: “Así es, tener sexo, buscar un hombre de pito
vistoso, abrirle las piernas a él fue bueno, ¿no? ¡Tienes tres a tu lado!”. Sé
que ella fue irresponsable por haber puesto tres niños sin condiciones en el
mundo y será responsable por la infelicidad, por el hambre y por las
necesidades de la vida de ellos en el día a día. Otra señora que venía por
detrás se pasó por adivina y profetizó: “Mañana serán todos marginales, van a
asaltar a nuestros hijos y nuestros nietos, la niña seguirá el mismo camino de
la madre y será prostituta como ella”. No sé lo que me dio.
Bien es verdad que fue uno de
aquellos días que usted no se levanta bien, no está bien consigo misma ni
tampoco con los otros. Seguramente pagaré por eso, mismo siendo solo una
constatación y un comentario, de no ser mío por derecho.
Como era domingo, pasé en la iglesia
(PS: paso años sin ir a alguna, mientras tanto a veces milagros suceden, yo fui),
no estoy acostumbrada a ir ni cuando estoy desesperada, Le pido solo a Dios que
me calme y me entregue a Él de cuerpo y alma, pues creo que Dios está en todos
los sitios y no solo en un sitio predestinado. Entré, oré por las almas,
principalmente por aquellas que siempre ayudan a los animales, principalmente a
los que viven por la calle, pues estos tienen el cielo y el asfalto como
testimonia de su desgracia. Pido también que el ser humano mejore, no los
envenene, haciendo de su hambre un aliado de sus muertes. Así, miré al lado y
vi dos señoras, bien viejecitas, que deberían estar comprando el billete para
el otro lado de tan ardiente que eran sus preces, llegando mismo a molestar al
padre o ya se encontraban en el cielo ya.
La misa se acabó y salimos casi
juntas. Un perrito cachorrito, bonitito, negrito como la noche sin lunar, pues
estaba muy maltratado, mucho mismo, pobrecito. Las dos viejecitas que algunos
minutos pasados que oraban con tanto fervor a Dios, agarró a su quitasol y golpeó
el perrito que salió corriendo y llorando casi siendo atropellado por un coche.
La su otra hermana de fe y oración le criticó, pensé: “¡Qué bueno! Al menos no
necesitaré hacer eso, llamarle la atención por la falta de caridad con la
mascota”. Entonces ella se vira y habla:
- Fulana! Usted no debería golpear con
el quitasol el sarnoso, podría haberlo rompido y ellos son tan caros el día de
hoy. En su lugar yo le tendría chutado, pues él correría de la misma manera y
usted no tendría ningún perjuicio.
Riendo, la otra terminó con una perola:
- Yo todavía tengo buenas piernas.
Ese infeliz debería haber sido muerto luego.
Como si no tuvieron hecho nada en
demasiado, siguieron felices de la vida a sus casas, marcando para el día
siguiente otra misa, pues seguramente eso llevaría a Dios. Como ya estaban con
edad, sus lugares en el Cielo ya estarían reservado. ¿Será?
Kátia Paes
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